El sentido de la ley
por Gonzalo Ibáñez S.M., abogado, Doctor en Derecho,
ex-diputado
El afán evidenciado por el actual Gobierno en el sentido de
llevar adelante profundas transformaciones en aspectos esenciales y gravitantes
de nuestra vida en común como chilenos, y la premura con que quiere alcanzar
sus metas, no pueden dejar indiferente a nadie. Lo que está en juego es de
máxima importancia.
Las novedades comenzaron con el proyecto de Reforma
Tributaria que, de haber sido aprobado tal como venía al comienzo, se hubiera
transformado en un escollo formidable en el camino del progreso y del
desarrollo del país. Gracias a Dios, alcanzó a imperar algo de cordura y sus
disposiciones más agresivas se han visto atemperadas; pero, está por verse
cuánto daño puede aun causar a la economía del país y sobre todo, a la
situación de los más pobres del país.
Ahora, estamos inmersos en una discusión acerca de la reforma
educacional, en virtud de la cual el Gobierno pretende asumir un rol
protagónico en todos los niveles de enseñanza, por la vía de ser él que
financie a todos los jóvenes su educación desde la cuna hasta la obtención de
un grado profesional. Y bien sabemos los chilenos que quien pone la plata pone
la música. Alegando que su objetivo es asegurar una educación gratuita y de
calidad a todos los chilenos, quedan pocas dudas de que lo que se busca es
apoderarse de los establecimientos educacionales e imponer así una determinado
modelo de formación o de deformación de los jóvenes chilenos.
La guinda de esta torta es, con todo, el proyecto que apunta
a despenalizar la comisión de abortos y a hacer obligatorio su práctica en
todos los establecimientos de salud en Chile. Y ello, porque el Gobierno y la
Coalición que lo apoya consideran al aborto prácticamente como un derecho
humano más, sin considerar para nada la vida de la persona humana que se gesta
en el seno materno. ¿Qué hay detrás de estas iniciativas? A mi parecer, una
consideración de la ley no como un instrumento para procurar prudentemente el
bien común de una nación, sino como un instrumento para llevar a la práctica
una concepción ideológica de lo que debe ser la sociedad. Para esta concepción,
la realidad la hacen las ideas y la ley no es más que un martillo para
imponerlas a cualquier precio. Las personas de carne y hueso pasan por esta vía
a ser meras piezas de un juego donde ellas son intercambiables a voluntad de
quienes son los jugadores. Por eso, tienen toda la razón los Obispos de Chile
cuando piden que el debate sobre estos temas se lleve a cabo desde el punto de
vista de la realidad y no del de la ideología.
El juego es extremadamente peligroso. Todavía nos queda mucho
por avanzar, pero en estas últimas décadas, con mucho esfuerzo, hemos superado
etapas importantes de subdesarrollo y de atraso y Chile se ha ubicado, por fin,
entre las naciones que han alcanzado un desarrollo compatible con la dignidad
humana de sus habitantes. No podemos ahora, porque algunos quieren darse un
gustito ideológico, echar por la borda lo avanzado.
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