Valparaíso en la encrucijada
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Muelle de pasajeros y gobernación marítima |
VALPARAÍSO EN LA ENCRUCIJADA
por Gonzalo Ibáñez S.M.
Valparaíso es una ciudad de contrastes. Por una parte,
hay una historia de empuje, esfuerzo, creatividad y éxito. A comienzos del
siglo XIX era todavía una humilde caleta cuando, con motivo de la Independencia
Nacional y de la Declaración de Libre Comercio, comenzó un rápido
proceso de transformación y crecimiento que la convirtió en una ciudad señera
de la nueva república y en el puerto más importante en el Pacífico Sur.
Esos años dejaron su huella en una arquitectura y un
trazado urbano que admiran a cuantos nos visitan, hasta el punto de haber
merecido la denominación de Patrimonio de la Humanidad. Pero ,
en paralelo, la ciudad enfrenta ahora graves problemas: cesantía, inseguridad,
suciedad, falta de horizontes. Muchos de ellos son consecuencia de un debate
sobre un falso dilema: elegir entre privilegiar su condición de destino
turístico o privilegiar su condición portuaria y de ciudad propiamente tal. Ese
debate ha logrado paralizar o, al menos, a amenazar iniciativas cruciales para
el futuro. Por ejemplo, aumentar la capacidad del puerto mediante la
construcción del Terminal II, que duplicará su capacidad de transferencia de
carga versus la de mantener el borde costero libre de todo lo que pueda obstaculizar
la vista a partir de la misma cota cero. Se olvida, sin embargo, que las
actividades portuarias además de procurar el sustento a una parte muy
importante de la población constituyen en sí mismas un atractivo turístico y
que ellas en nada afectan la vista de la ciudad desde los miradores más
importantes. Por eso, no se puede dudar en la necesidad de seguir adelante con
el plan de construir este Terminal; de lo contrario, Valparaíso va a estar
condenado a ser un actor muy secundario en lo que a puertos se refiere.
El comercio minorista constituye otro caso. La
discusión acerca de si se construye un gran centro comercial en el sector de
Barón tiene cerca de quince años; entretanto, el proyecto está detenido. Por
cierto, cada uno puede tener la opinión que quiera acerca de este proyecto.
Pero no se puede ser ciego al hecho de que el comercio de Valparaíso enfrenta
una virtual ruina, porque la población prefiere ir a comprar a los centros
comerciales de Viña del Mar o, aún, de la capital. Por eso, el comercio que
predomina en la ciudad es el callejero con todas las consecuencias negativas
que él produce.
Tercer caso, entre otros muchos: el barrio Almendral,
es decir, buena parte del sector plano de la ciudad; aquél que se extiende
entre la Avenida Argentina y la Plaza de la Victoria. Los afanes
patrimonialistas han conducido a una total paralización de la renovación de
este sector con la consecuencia de la ruina de sus casas y edificios y el
paulatino alejamiento de su población. No más de diez mil personas habitan ese
barrio otrora orgullo de la ciudad. Es indispensable romper con estas falsas
alternativas e idear una solución que proteja lo que merece ser protegido; pero
que, a la vez, procure una necesaria renovación urbana autorizando una
construcción en altura acorde con el perfil de la ciudad, pero también con las
necesidades de quienes la habitan.
Valparaíso no puede esperar más. Es menester, de una vez por todas, romper con estos nudos
gordianos que amenazan con asfixiarlo.
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