De los militares ( R ) a los civiles
Por Gonzalo Rojas
Sánchez
Si la mayoría de los políticos chilenos que apoyó el
Pronunciamiento militar hubiese actuado en consecuencia, quizás no habría hecho
falta que dirigentes de 182 organizaciones de funcionarios en retiro de
las Fuerzas Armadas y de Orden hubiesen tenido que reunirse para conformar una
organización a nivel nacional, que les permita hablar con una sola voz.
Yo no soy político, ni soy militar; sólo soy
cabo de caballería (porque hice el servicio militar-escolar) y mis vínculos con
las Fuerzas Armadas se han limitado a clases, conferencias y alguna breve
asesoría. Tampoco fui nunca funcionario del Gobierno militar. O sea, podría
estar ahora contemplando el drama de los uniformados (R) desde mi consolidada
posición universitaria y profesional, sin involucrarme para nada, como lo hacen
tantas personas que todos conocemos. (Bueno, eso de "sin involucrarse" debe ser matizado, porque
uno de los deportes bucales favoritos del chileno de mi generación es destrozar
a los uniformados (R) a punta de los mismos adjetivos y verbos que antes solían
utilizar contra las izquierdas marxistas y que quizás ahora vuelven a dirigir
contra ellas y contra los delincuentes comunes. Es esa gente que habla para
oírse, liberarse de responsabilidades y validarse en grupos de referencia donde
todos tienden a pensar como ellos). Retomemos.
La organización que los uniformados (R) han
constituido, pudo no haber existido jamás si los civiles hubiésemos sido
responsables de nuestra profunda adhesión al Gobierno militar y la hubiésemos
prolongado en el tiempo. Pero la inmensa mayoría no lo ha hecho: tantos
políticos acomodaticios, tantos intelectuales olvidadizos, tantos profesionales
y empresarios dedicados al dinero. Ya
que han tenido que ser los propios militares (R) los que asuman esta tarea,
cuando no eran los naturalmente llamados a ella, es imprescindible que en la
conciencia de muchos civiles se abra la posibilidad de que despierten, de que
se sumen a su causa, de que los apoyen en todo lo que sea digno y noble y
rediman décadas de frívola negligencia. Más que un desafío para los propios militares (R) esta es sin duda
alguna la última oportunidad de compromiso para los civiles que conservan aún
una cierta rectitud interior.
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